Por Santiago García Ramos

Iltmos Sres. Alcaldes de Gáldar y Guía, Sres. Concejales, Sras., Sres., amigos todos; pregonar las Fiestas de Nuestra Señora del Mar por un hombre que ha nacido en Gáldar, significa no sólo un fuerte compromiso sino, una carga emocional, difícilmente superable, si meditamos en un pasado lejano, cuando el que habla, en brazos de sus progenitores, paseaba por estos lugares que conforman la unidad de Caleta de Arriba, en aquel entonces tierras de erial y cultivo ordinario, que caían laderas abajo, hacia este rincón que por su configuración geográfica, dá su nombre a la zona.

Caleta, según el diccionario de la lengua, significa remanso de aguas turbulentas, que llegan apacibles al final de su andadura. Y fue aquí también, en estos lugares, cuando en los primeros meses de mi vida, en el regazo de mi madre, mis ojos por primera vez, contemplarían la uniformidad infinita del azul marino de este mismo mar, cuya brisa refresca nuestros rostros en esta época estival.

Y es, pienso yo, aquella fecha significativa, en que mis vínculos a este lugar entrañable, se hicieron indisolubles. Por eso, y por otros tantos motivos que a la vista están, estoy aquí con ustedes, para pregonar las fiestas de NUESTRA SEÑORA DEL MAR en Caleta de Arriba.

La Tierra, nuestra tierra, como una explosión floral, espiritual, parece abrirse como una rosa gigantesca, cuyos pétalos, en mi interpretación, son ángeles que cantan a la Virgen en su centro, que como en un pedestal de terciopelo, recibe las oraciones, las plegarias, los secretos, las ilusiones de sus fervorosos hijos, que hoy quieren honrarla con lo mejor de sus sentimientos; uno, por los favores recibidos, y otros en solicitud de una gracia, tanto para quien la pide, como para un familiar o ser querido. Y la Virgen, marinera, no niega favores, no ha querido se parase el contacto con los hombres y mujeres de esta zona, permaneciendo en su hornacina pétrea, único caso en la isla, en que una imagen de materia se nos presenta sobre un barquillo permanente.

Significación extraordinaria, vemos en este hecho, que aunque realizado por la mano del hombre, artista y gente de mar, simboliza la gran bondad de la Vírgen, madre de todos los cristianos, sin diferencias ideológicas, sociales, políticas o de términos.

Y es aquí, donde quiero hacer hincapié, porque ella, sin conocer de lindes, es madre universal.

Nosotros, como buenos cristianos, olvidando toda discrepancia material, nos hemos puesto bajo su manto infinito de bondad y protección, para emprender el camino del amor, en este lugar, donde todo es armonía, silencio y comprensión, para unos hombres, que aquí vienen a buscar eso, precisamente eso y nada más.

Sabido es para todos los canarios, amigos, que las imágenes aparecidas en nuestras costas desde aquellos lejanos tiempos, están envueltos en leyendas misteriosas, aureoladas de fantásticos milagros.

Pero los tiempos cambian, y la realidad se hace patente en hechos concretos, que el hombre de la calle, el universitario, el científico, e incluso hasta el mismo religioso, ha de ajustarse a una auténtica realidad, y la historia, que es continuidad en pleno maridaje con el hombre, se va escribiendo a diario en las páginas universales del libro de la vida.

Y es ahí, donde quiero referirme, porque la comunidad de Caleta de Arriba, inicia la historia de la Vírgen del Mar, con la peculiar sencillez del hombre que hace bogar su barquillo mar adentro, en busca del sustento diario, o la de aquel otro, que con su palilla busca la razón de la tierra, para hacer germinar el grano que ha de producirle su alimento.

Así, sin más, un grupo de hombres fervorosos devotos de la Vírgen y amantes de su tierra, un escultor y unos marineros, hicieron posible que se escribiera el primer capítulo de la historia de este lugar, que podemos condensar en tres palabras: LA FE, EL TRABAJO Y LA UNIDAD. Con esta divisa, Caleta de Arriba, irá transformando su antigua y modesta geografía, en un rincón, donde unos y otros, en plena convivencia y respeto mutuo, alcanzaremos ese escape que tanto buscamos los hombres del asfalto, agobiados por la lucha contínua contra el tiempo que plantea la problemática diaria.

Y esto, lo digo por sí mismo, pues cada vez que me lo permitieron las innumerables ocupaciones, compruebo que todo este entorno y contorno es un relax para mis tensos nervios, que buscan en la soledosa llanura azul, la mirada dulce de la Vírgen Marinera, promesa de un mundo mejor en estos tiempos de confusión universal.

Y en ese capítulo histórico, no podemos olvidar tampoco, aquellos hombres, presentes algunos entre nosotros, y en el recuerdo de otros, que vieron como nosotros lo vemos también, la necesidad de hacer un alto en el camino, y posibilitar en estas fiestas, la convivencia alegre y festiva, que nos proporcione a grandes y pequeños, la alegría de confundirnos en la algabaría bulliciosa de los actos programados, haciéndonos salir del monótono y cotidiano quehacer, que debemos, sin lugar a dudas, a aquel grupo funcional cuya IV edición conmemoramos. No podían faltar los poetas, porque los poetas a fin de cuentas, son los que mueven a los pueblos.

Pero Caleta de Arriba, no es solo historia, es continuidad de vida, porque en ella viven unos forjados hombres de la mar, marineros de barquillo, ( en el argot grancanario ) que faenan a diario en sus secretos caladeros, donde impera el código del respeto, como si fuesen pedacitos de tierra acotados por mojones, que limitan su parcela azul, mientras, aquí, en tierra, sus respectivas esposas esperan impacientes el regreso de su hombre, que en el barquillo ha de traer la preciosa carga, para convertirla en el medio de subsistencia, que muchas veces, al no acompañarles la suerte, regresan sin ni siquiera el alimento indispensable para su hogar.

Pero no se desecciona, no desespera, y con su peculiar indolencia le dice a sus familiares y amigos que en tierra esperan, la repetida frase de : “no tuvimos suerte, mañana es otro día”. Y no por eso dejan de acudir por la tarde a la característica partida de envite o a la “conversá”, en la que se comunican entre sí, las incidencias de la faena.

Pero, este hombre, curtido por la brisa marinera, de callosas manos y tez morena, está dotado de una gran cordialidad, una gran hospitalidad para con el veraneante que llega desde cualquier punto de la isla a convivir fraternalmente.

Pero como todo progreso lleva consigo una serie de exigencias, de las que el barrio por el momento no está dotado, he ahí, que la entusiasta Asociación de Vecinos de Caleta de Arriba, en perfecta conjunción con los órganos municipales de los Ayuntamientos de Gáldar y Guía, han iniciado un basto programa que a corto y largo plazo, resolverá los acuciantes problemas que en estos momentos nos agobian.

Como muestra, contamos ya con esta explanada, producto de la aportación económica y personal de los entusiastas vecinos de este lugar, en donde me honro hoy en pronunciar este pregón, y para el que pediría como titulación, “PLAZA DE LOS BARQUILLOS”, no solamente como tributo a los hombres de la mar y a los primeros veraneantes, que bajo este solar donde nos encontramos, pasaban sus horas de ocio con distintos juegos, degustando además, los sabrosos caldos de pescado, asaderos de todo tipo de capturas, que rociados con los deliciosos mojos, hacían las delicias de los comensales, y todo ello, precisamente aquí, en una cueva que en aras del progreso ha sido sepultada.

A la gestión municipal, debemos la dotación del servicio de aguas y alumbrado público y domiciliario, acabando de una vez y para siempre con los tradicionales motores, cuyos ruidos rompían la anhelada paz que buscamos.

Y en este orden de cosas, podemos expresar nuestro agradecimiento a los Ayuntamientos responsables, por el interés que cada vez demuestran en resolver las imperiosas necesidades de las que adolecemos, y de las que puntual y ampliamente les tiene informado la Asociación de Vecinos.

Amigos, canarios del contorno insular; las fiestas de Caleta de Arriba han comenzado.

La alegría y el bullicio festero, hacer que los caletenses, en un apretado haz de servicio a la isla, se multipliquen para dar la bienvenida a todos los romeros, que desde cualquier punto de la geografía de Gran Canaria, se acercan hasta la Vírgen blanca, pequeñita y marinera, en acto de fervoroso amor hacia María, y también hay un sitio privilegiado para aquellos que buscan la fiesta parrandera, porque aquí hay atracciones para todos los gustos; desde la elección de la Sirenita y Sirena del Mar, con sus respectivas cortes de honor, a los que seguirán las animadas verbenas por afamadas orquestas; interesantes encuentros deportivos, y otros atractivos reseñados en el programa, hasta la bajada de la rama, con rifa de lechón y cantos regionales.

Mención aparte merece el acto marinero, en el que participan todos los vecinos acompañando a la Virgen en barquillos engalanados en su paso por el mar de esta ribera.

Con esto y mi voz emocionada en plegaria de amor y de fé, doy por terminada terminada esta intervención, no sin antes invitar al pueblo canario, a que pase con nosotros unas jornadas que, de seguro, serán para todos inolvidables.

Y mirando a la Señora, dejo escapar este emocionado y espontáneo verso con una plegaria, como una oración, un canto sencillo y modesto pero cargado de amor y de ilusión:

¡ Virgen del mar,

estrella luminosa,

en mi cesante caminar,

no te olvides, dulce Señora,

de los hombres de la mar!



A todos, ¡Felices Fiestas