BARRANQUILLO DE DON ZOILO (3 de junio de 2005)

Josefa Luzardo Romano
Alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria.

 Vecinas y vecinos del Barranquillo de Don Zoilo.

Amigos todos.
¡ Las fiestas llegan un año más !.
Y llegan, como siempre cargadas de sentimientos, de recuerdos y de esperanzas.
Fiestas en honor de Nuestra Señora María Auxiliadora en las que el Barranquillo de Don Zoilo al completo se muestra como esa gran familia que es, que sabe hacer de sus calles, de su plaza, un gran hogar común; que sabe hacer del compartir, de la solidaridad y de la amistad, señas de identidad que les distinguen.
Es por ello que es un gran honor para esta Alcaldesa el poder pronunciar el Pregón de las Fiestas de Nuestra Señora María Auxiliadora 2005, por que se trata de una verdadera oportunidad de pregonar unas fiestas que son una auténtica vivencia de vecindad.
Y es además una oportunidad real de pregonar el encuentro con unos vecinos que afianzan su personalidad como comunidad en las más hermosas tradiciones de nuestra isla. Pero que también sustentan su mirada en el futuro y que saben trabajar su porvenir con voluntad firme y constante.
Así, antes que nada, quiero darles las gracias de todo corazón por haberme invitado este año a ocupar esta tribuna, por la que ya han pasado en ediciones anteriores ilustres pregoneros.
Gracias, además, por que se trata de una nueva oportunidad de compartir con todos ustedes unas horas en el ambiente grato de las fiestas que esta noche comienzan.
Esta pregonera, como le puede ocurrir a cualquier ciudadano que detenga aquí su mirada, y como estoy segura que le ocurrió a cuantos me precedieron en el pregonar de estas Fiestas, debe destacar esa premisa de que el ser humano necesita celebrar y ritualizar los momentos más importantes de su existencia, al tiempo que necesita hacer vida en comunidad, lo que hace que sea un ser festivo, entendiendo la fiesta como momento cúlmen del encuentro, el compartir y la convivencia plena de una comunidad.
Así, debo además resaltar que estos son días en los que, junto a la alegría y la diversión, también se impone la reflexión sobre nuestra propia realidad, sobre nuestro pasado y sobre el futuro al que aspiramos.
Por eso, junto a otros aspectos de tradiciones y costumbres, podemos definir a las fiestas como uno de los elementos constitutivos de nuestra identidad como comunidad, como barrio.
Y vengo a pregonar estas fiestas con las ganas y el mismo enorme optimismo que reviste el trabajo y la gestión que día a día rendimos desde Ayuntamiento a favor de todos los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria.
Es un afán que ponemos en cada proyecto, en cada plan, en los que nos embarcamos para afrontar el progreso de esta ciudad atlántica y cosmopolita.
Podría mencionar un proyecto de trascendental, diría vital, importancia para la ciudad en su conjunto, para toda Gran Canaria, como es la Gran Marina, pero también puedo referirme a distintos proyectos que se llevan a cabo, o comenzarán de
inmediato, en los distintos distritos y barrios, como la restauración de Teatro Pérez Galdós junto con la recuperación del cauce del Barranco del Guiniguada, la ejecución del Parque Juan Pablo II, en Siete Palmas, la puesta en marcha del Plan extraordinario de inversiones en Barrios, o la adquisición del Confital para todos los ciudadanos, entre otros.
O en el caso mismo de este sector del Barranquillo de Don Zoilo, donde se ha remodelado la Plaza de María Auxiliadora.
Todos en su conjunto son proyectos que, en última instancia, lo que buscan es el progreso de la ciudad, en todas sus partes y rincones, y el bienestar y la felicidad de todos sus habitantes.
Porque, entre todos, Ayuntamiento y ciudadanos, con talento, con esfuerzo personal, eficacia y pragmatismo, podemos asegurar el sentido de calidad que queremos certificar para todos los proyectos y planes que impulsamos con nuestro trabajo.
A eso debemos añadir el imprescindible trato humano racional que debe señalar las relaciones entre instituciones y ciudadanos, la acogida cálida a las personas y el ejercicio riguroso del diálogo en todo momento, con lo que estamos en condiciones de exhibir una magnífica imagen ante quienes nos conozcan, nos miren o nos visiten.
No dudo hoy, en este momento de la historia de este barrio, de este querido y entrañable Barranquillo de Don Zoilo, en destacar que aquí se hace patente que la fiesta y el trabajo no son polos opuestos; muy al contrario, la verdadera fiesta popular, se sustenta sobre la actividad y el esfuerzo que día a día, se hace en beneficio de su progreso y de sus gentes.
Aquí, en el Barranquillo de Don Zoilo, se puede pregonar, sin temor a equivocarse, que las fiestas son componentes distintivos de los pueblos, pues en ellas se expresan múltiples cualidades como el carácter de sus gentes, sus ganas de vivir, trabajar y disfrutar.
Aquí se comprueba sobradamente como las fiestas nos dan la oportunidad de acercarnos al conocimiento de nuestros orígenes y de nuestras costumbres.
Y es que el conjunto de los vecinos de esta ciudad, y esta es una tarea en la que esta alcaldesa pondrá todo su empeño, deben saber y conocer que el Barranquillo de Don Zoilo es mucho más que una vía de paso fundamental para la comunicación entre la ciudad costera y la ciudad alta, entre los distintos y populosos distritos de Las Palmas de Gran Canaria.
El Barranquillo de Don Zoilo es hoy un barrio que tiene y debe conocer bien, y dar a conocer a los demás, una historia propia, que es de gran interés para la historia global de la ciudad en el siglo XX.
Si miramos hacia atrás veremos como este barrio, esta comunidad de vecinos del Barranquillo de Don Zoilo, surge, poco a poco, casi sin que se perciba, con el mismo despertar de la ciudad en las primeras décadas del siglo XX, justo cuando la población de Las Palmas de Gran Canaria se duplica y comienza a extenderse más arriba de la franja costera, sobre la que lentamente, a través de los cuatro primeros siglos de su historia, se había desarrollado desde su fundación el 24 de junio de 1478.
Desierto durante siglos, ignoto para la inmensa mayoría de la población, aquel pliegue curioso y característico de la franja montañosa que circundaba el litoral entre la Bahía de Las Isletas y la vieja Vegueta, podía contemplarse perfectamente desde cualquiera de las naves que llegaban a la isla.
Su silueta se alzaba tras los arenales, dulcificada con el verde frescor de las arboledas y los cultivos de las diversas fincas y huertos que se parcelaron en sus inmediaciones.
Su fisionomía como barranco, como pliegue peculiar de aquellas montañas, ya se puede apreciar con enorme realismo, en planos tan antiguos para la historia local de esta ciudad como el que el ingeniero militar Luis Marqueli trazó en 1792, o el del capitán de ingenieros Francisco Coello, grabado en Madrid en 1849.
En ambos, no se menciona este barranquillo con ningún nombre, aunque si aparece la de la ermita de Santa Catalina, que en adelante encontraremos siempre a los pies y cerca de la embocadura de este lugar.
Si que se puede resaltar como en los planos de los arquitectos Luis López Echegarreta, de 1883, de Laureano Arroyo, de 1898, o de Fernando Navarro, de 1911, aparece ya bien trazado y nominado el “Barranquillo de Santa Catalina”, que pasa a ser uno de los accidentes geográficos más característicos de aquella zona de Las Palmas en los dibujos de la segunda mitad del siglo XIX.
Este barranquillo de Santa Catalina, prolongación del que hoy conocemos como “Barranquillo de Don Zoilo”, nos permite situar perfectamente el emplazamiento de este barrio en la historia de la ciudad a través de sus planos.
En estos mapas, como en los que aparecieron tiempo después, se pueden apreciar las fincas y terrenos de cultivos que se habían trazado, entre la franja costera de arenales y el pie de las montañas, y que en el caso de este barranquillo algo se introdujeron también en sus laderas más bajas, dando a toda aquella zona, conocida con el tiempo como “Huertas de Santa Catalina”, un aspecto casi idílico, de lugar de descanso y recreo, cuyo paradigma fueron siempre los afamados “Jardines de Lugo”, la finca de Eduardo Lugo, donde cultivaba la flora mas dispar y criaba animales de todo tipo, y en la que fueron famosas las fiestas que daba, en especial por carnavales.
En las primeras décadas del Siglo XX se hará muy popular la presencia de un personaje que, en su tiempo, llegó a ser enormemente querido y reconocido por sus coetáneos. Se trata del canónigo de la Catedral de Canarias Don Zoilo Padrón de la Torre.
Don Zoilo, como señaló el entonces Cronista Oficial de la ciudad, Carlos Navarro Ruiz, era propietario de una casa y finca que poseía en los terrenos que conformaban aquel barranquillo que, andando el tiempo, se convertiría no sólo en una de las zonas residenciales más señaladas de la ciudad, sino en una de las vías de comunicación más transitadas e imprescindibles entre la ciudad alta y la costera.
Como recordaba Navarro Ruiz, pocos años después de la desaparición de popular canónigo catedralicio, Don Zoilo frecuentaba aquella casa y finca con familiares y amigos para disfrutar de agradables almuerzos y jornadas de recreo.
Pero su personalidad cordial, generosa, de preocupación y entrega a los demás, le haría, muy pronto, caer en la cuenta que aquellos terrenos podían tener mucha utilidad para personas necesitadas.
Y efectivamente la tendría en una población que comenzaba a crecer por lo que no dudó en permitir a muchos el que los utilizaran para cuidar pequeños rebaños de cabras e incluso levantar pequeñas habitaciones, que pronto se fueron convirtiendo en viviendas estables.
A final de la década de los años treinta, poco años después del fallecimiento de Don Zoilo, acaecido el 18 de noviembre de 1934, el mencionado Cronista Oficial, dado el desarrollo que ya se apreciaba de este enclave urbano, “donde se están construyendo unas modestas casas de obreros”, reclamaba ya en fechas tan tempranas para la historia del barrio, y en favor de aquellos primeros vecinos, que su “construcción debe ser bien vigilada para obligar a que se hagan como Dios manda, la higiene aconseja y como lo requiere aquel hermoso paseo que está a su lado”, en referencia al Paseo del Dr. Chil.
Creo que, al pregonar estas Fiesta de Nuestra Señora María Auxiliadora del año 2005, no podemos dejar de mencionar y recordar, junto a los primeros vecinos que aquí se asentaron, a Don Zoilo Padrón de la Torre como el benemérito fundador de este barrio, pues no sólo tuvo la que posiblemente fuera la primera casa habitada de este entorno, sino que permitió que otros fueran también asentándose y creando una inquieta y esperanzada comunidad.
Hombre bueno, afable, buen conversador, que tuvo para todos francas las puertas de su casa, la Casa del Deán que disfrutaba en régimen de usufructuario, bienhechor y caritativo, comprensivo y afectuoso, Don Zoilo Padrón de la Torre siempre fue recordado en esta ciudad, y muy en especial por la mayoría de aquellas primeras familias que se asentaron en este barrio. Recientemente me destacaban como ha sido muy querido por la gentes que venían de Fuerteventura, pues sabían que en Gran Canaria Don Zoilo enseguida les ofrecía la posibilidad de asentarse en estos terrenos.
Al día de hoy el Barranquillo de Don Zoilo, todos y cada uno de sus actuales vecinos, pueden y deben estar orgullosos de su historia; una historia reciente, pero que es el reflejo de la historia de Las Palmas de Gran Canaria en el siglo XX.
Y debe estar orgulloso el Barranquillo de contar en su origen como comunidad humana y vecinal con una figura tan señera como la de Don Zoilo Padrón de la Torre, pues de su ejemplo de generosidad, y de su capacidad de comprensión, de tolerancia, de solidaridad, nació este barrio, que hoy debe tener estos valores como auténticas señas de identidad.
Amigos y vecinos del Barranquillo de Don Zoilo, si bien es verdad que las fiestas parecen detener, por unos días, el tiempo cotidiano de nuestras vidas, y que ello nos permite reflexionar sobre nuestras circunstancias personales y como barrio, haciéndonos más conscientes de cual es el futuro que deseamos para nuestra comunidad humana, lo que hace de las fiestas un punto de inflexión imprescindible en nuestro camino diario hacia el progreso.
Desde esta tribuna que me llena de orgullo ocupar esta noche para pregonar las fiestas del año 2005, debo llamar a todos a la participación en ellas como un auténtico deber ciudadano, como una necesidad inexcusable para el devenir de este barrio, de esta comunidad humana de la que nadie queda excluida y que con orgullo denominamos Barranquillo de Don Zoilo.
Amigos todos, como decía al inicio de este pregón, las fiestas han llegado un año más al Barranquillo de Don Zoilo. Disfrútenlas en un ambiente de camaradería, de amistad y de hospitalidad con el visitante; con el mismo sincero y fresco sentido de la bondad con el que las hubiera disfrutado el propio Don Zoilo Padrón.
Que la devoción a Nuestra Señora María Auxiliadora sea también compromiso de unidad en un mismo objetivo, la unidad vecinal de este barrio en los más nobles preceptos; que Ella nos ayude a disfrutar de estos días en paz y armonía humana.
Pero es ya la hora en que deben cesar las palabras pregoneras y comenzar las de la música en la plaza y las calles, la hora del estruendo anunciador de las fiestas que nos dan los vivarachos y multicolores voladores, la hora en que la voz entusiasta de los vecinos repita con esta pregonera que:
¡Las Fiestas en honor de Nuestra Señora María Auxiliadora en el Barranquillo de Don Zoilo del año 2005 han comenzado!
Felices Fiestas para todos.
Muchísimas gracias a todos los vecinos del Barranquillo de Don Zoilo.